Una Masía abandonada, a no menos de un kilómetro y medio del
pueblo más cercano, protegida por arboles y plantas de un bosque que conserva
un sencillo camino hasta ella. Si se quiere llegar, habrás de saber el camino
correcto pues las bifurcaciones que se presentan, podrían llevarte a lugares
aún más perdidos que la ansiada “Masía Can Busquets”.
Frente a la masía, un oportuno y majestuoso árbol preside la
entrada a la capilla, la primera de las estancias que los cuatro compañeros nos
encontramos al adentrarnos. Derruido. Ni siquiera una vieja puerta nos protege
del intenso frío que reina por toda la estancia. No hay ventanas, ni puertas.
Hay pintadas, grafitis, alguna lata vacía, restos de una hoguera, un viejo
colchón, escombros, y el techo amenaza con caer de un momento a otro si algún
temporal se lo propone.
A la izquierda dos pequeñas ubicaciones que intuimos son dos
confesionarios, y a la derecha lo que en su día fueron unas pequeñas escaleras
que suben al altar que una vez presidió celebraciones religiosas. Ya en ese
momento la sensación no es de que estamos cuatro personas solas, hay alguna
presencia más dándonos, ¿una bienvenida?.
Nos adentramos por la derecha del altar no sin dificultad para
caminar entre escombros por un pasillo que nos lleva a la que parecía la
entrada principal de la masía. Vigilando siempre el techo con alguna que otra
viga prácticamente colgando sobre nosotros, advertimos que directamente no hay
techo en aquel recibidor. Las hojas de los arboles que rodean el lugar caen
sobre el suelo cubierto de vegetación que alfombra la estancia. En sus momentos
habitables, frente a la puerta principal había una escalera que conducía a las
estancias superiores del edificio, ahora solo se podía imaginar aquella
escalera porque en su lugar, solo había un gran hueco en el suelo que subía
casi hasta el tejado. Imposible subir. Nos quedamos ahí, sin quitarle ojo a la
habitación de la derecha que carecía de suelo, y la de la izquierda con otra
pequeña estancia al fondo. Curioseamos en esta última habitación a la que
podemos acceder. Desde el umbral, podemos ver los pisos superiores
prácticamente desprovistos de paredes. Ciertamente desolador.
Nos asentamos entre
aquella habitación y el recibidor y procedemos a investigar. Colocamos
detectores de movimiento, una video cámara fija sobre un trípode, y vamos
dejando a mano nuestros enseres de grabación. Apenas captamos casi nada, pero
no estamos solos. Casi no grabamos nada del todo concluyente, pero la actividad
era cada vez más evidente.
zona exterior de la masia
Escuchamos atentamente los ruidos que se producen a nuestro alrededor, pero no
parece que una persona física rondara las inmediaciones. Mantenemos la calma y
seguimos con los experimentos de grabación. Nuestra primera reacción es buscar una explicación lógica,
aunque ninguno de los cuatro llegamos a una conclusión que nos convenciera.
Continuamos experimentando sin demasiado éxito. Quizás alguna voz
lejana, pero nada claro. De nuevo una presencia. Nuestra compañera afirma haber
visto la sombra de una persona en una de las estancias superiores. Lógicamente
en este tipo de visitas experimentales, cuando el resto lo queremos comprobar
con nuestras miradas, ya no están. La sensación de que no estamos solos no
cesa.
Decidimos probar con la “spirit box”. De este modo podremos saber
a tiempo real y bien claro si alguien está con nosotros.
Nos presentamos uno por uno. Preguntamos. Nada. Pero en un momento
dado preguntamos: “¿Quieres hablar con nosotros?, y al instante oímos un
rotundo y clarísimo “NO”. Una interesante y grave voz masculina nos informa de
que no va interactuar. Seguimos intentando contactar vocalmente sin éxito.
Creemos que no vamos a conseguir nada más, así que nos volvemos a la capilla
con la esperanza de tener más suerte.
Colocamos sensores de movimiento, y para nuestra sorpresa, casi al
instante de alejarnos de ellos, salta el sensor de la puerta al exterior de la
capilla. Apenas hay corriente, por lo que no ha sido culpa del aire. De nuevo
no hay nadie en el exterior y no hay explicación de porqué ha saltado así que
damos el hecho por bueno. Posiblemente alguien o algo no físico ha entrado.
Entonces, desde el altar veo la silueta de una muchacha en el pequeño
habitáculo del confesionario derecho. Mis compañeros se acercan y el frío es
aún más intenso por poco tiempo. Al acercarse de nuevo al altar, una piedra del
suelo se mueve tras ellos como si una cuarta persona caminara en último lugar.
Hay actividad. Probamos de nuevo con la “sipirit box”. Una voz femenina,
posiblemente la muchacha que aún vislumbro nos dice varias veces su nombre. No acabamos de contactar claramente, ni obtenemos ninguna
información clara, así que decidimos dar por terminado el experimento en la
interesante Masía can Busquets. Quizás en otra visita tengamos más suerte.
(El efecto de la foto es vaho) |